miércoles, 26 de febrero de 2014

www.elconfidencial.es

Calefacción barata utilizando energía solar y materiales reciclados.

Su coste final no alcanza los 200 euros


Un problema habitual, una idea para solucionarlo y un poco de maña. Eso, unido a unos cuantos materiales reciclados, es todo lo que le hizo falta al canadiense Randy Buchanan para convertirse en una personalidad de internet en su país. Su mérito no fue otro que solucionar un problema común de forma barata y sencilla.
Buchanan vive en Fredericton, en la provincia Nuevo Brunswick, en el este de Canadá. Un lugar en el que los inviernos son terriblemente fríos, con temperaturas que pueden oscilar entre los 15 y los 35 grados bajo cero. Todo un problema para este canadiense. Buchanan es científico, y dirige una empresa de toxicología acuática desde hace más de veinte años. Parte de su trabajo la realiza en un laboratorio que ha instalado en un pequeño almacén en su casa. Allí tiene varias piscinas con peces, que le sirven para hacer pruebas.
Con esas temperaturas, mantener esas piscinas en las condiciones idóneas ha sido siempre un quebradero de cabeza para este científico. El consumo de energía en calefacción se dispara, así como la factura de la luz.

 

“Fue por esta razón por la que mi padre decidió buscar una alternativa renovable, para dejar de usar tanta electricidad  y bajar las facturas mensuales”, ha contado a Teknautas Riley Martens, hijo de Buchanan, que trabaja como profesor de español en un instituto madrileño.

La energía solar, abundante y gratuita

Encontró la fuente perfecta de energía en el sol. “Puesto que en Federicton casi siempre hace sol durante el invierno, decidió construir un radiador solar usando nada más que esa fuente de energía gratuita”, explica Martens. Muchos de los desarrollos ya estaban en internet, pero asegura haber incorporado algunas ideas propias.
Para su prototipo utilizó materiales reciclados y técnicas de bricolaje relativamente sencillas. En total, asegura que no gastó más de 300 dólares canadienses (un poco menos de 200 euros). "El precio dependerá de dónde encuentres los materiales, y si son de segunda mano o no", cuenta Martens.
La construcción y estructura de su invento se entienden mejor al observarlo, pero intentaremos hacer una descripción comprensible.
Buchanan construyó con tablones de madera reciclada una caja rectangular de mucha superficie pero baja, con dos agujeros circulares, uno en cada extremo, para dar entrada y salida al aire. La cubrió de espuma aislante de alta densidad y la pintó completamente de negro para optimizar la absorción de la energía solar.

 

Dentro de la caja colocó varios canalones, de los que se usan para canalizar la lluvia, y en su interior insertó latas de refrescos a las que había cortado los extremos superior e inferior. Así, logró que el aire circulase más despacio y se calentase mejor por el camino. Después de pintar esos tubos de negro también, cerró la caja con una gruesa lámina de vidrio (que compró de segunda mano), y la selló con silicona.
"Se pueden usar ventanas de un cristal, pero las dobles son mucho más eficaces y generan más calor. Este es el componente más caro. Sin embargo, como dice mi padre, cada día se reciclan muchas ventanas, y se pueden encontrar en lugares donde se procesan materiales de construcción", cuenta Martens.
A cada uno de los agujeros acopló un tubo de aluminio, también sellado a la caja para evitar fugas. Ambos tubos estaban conectados al interior de su garaje. Utilizando un ventilador, el aire entraba por uno de ellos dentro del horno, se calentaba dentro del horno, y salía, para volver a entrar en el garaje.

El comienzo de un posible negocio

“Los resultados de sus prototipos son increíbles”, cuenta Martens. “Con la ayuda de un ventilador, introducía el aire del almacén a 4 grados en el radiador y en los primeros 15 minutos lo devolvía a 52. Después de 30 minutos, y durante el resto del día mientras recibiese la luz directa del sol, el aire se calentaba a entre 33 y 38 grados, con una producción de aire constante de 150 pies cúbicos por minuto (unos 4,25 litros al minuto).” Las temperaturas son altas, pero al ir entrando en la habitación bajan un poco, logrando un efecto más templado.

 

Entusiasmado con los resultados, Buchanan los publicó en su Facebook, junto con una foto de su prototipo. y las redes sociales hicieron el resto. Su publicación comenzó a compartirse, recibió cientos de peticiones de amistad y cada vez más gente se interesó por su diseño. "Ahora tengo un millón de amigos", bromea Buchanan en una entrevista para la CBC, "Es increíble. Desde que lo publiqué en Facebook ha corrido por todo el mundo". El interés por su prototipo ha corrido como la pólvora: ¿cómo funciona?, ¿puede construirse a mayor o menor tamaño?, ¿cuánto está ahorrando exactamente?
A esta última cuestión, Buchanan responde que no lo sabe con detalle, pero señala que, en cualquier caso, la energía del sol le está saliendo completamente gratis. Las otras preguntas le han hecho considerar la posibilidad de crear un nuevo negocio basado en su dispositivo.
“Cualquier que tenga la capacidad de hacerlo por sí mismo no me necesitará, y cualquiera que realmente lo necesite para su casa, porque no pueda pagar la calefacción, tendrá mi ayuda. Pero hay mucha gente que no podrá construirlo por sí misma, que no sepa hacerlo o que no tenga un área de trabajo adecuada. Esperamos poder cubrir ese nicho”.

Un modelo adaptable a cada lugar

De momento, y mientras explora las posibilidades, Buchanan ya ha construido un segundo prototipo completo, de mayor tamaño, para calentar un gimnasio cercano a su casa.
Martens asegura que el diseño ideado por su padre sería perfectamente aplicable como sistema de calefacción en cualquier ciudad que cuente con muchos días de luz solar, como por ejemplo Madrid. "En estos momentos, mi padre está diseñando unos hornos más pequeños, que serán mejores para pisos y apartamentos", cuenta. En principio, se pueden acoplar a cualquier ventana, debe estar mirando hacia el sur y estar inclinado en un ángulo de 22 grados para recoger los rayos de sol invernales.
"Las horas de luz solar directa producen mucho más calor. Sin embargo, hemos notado que el aparato produce calor incluso por la mañana temprano con mucho éxito, alcanzando los 20 o 30 grados".

lunes, 24 de febrero de 2014

TECNOLOGÍA

Una trampa invisible para el mal ladrón

Cuatro apps para encontrar dispositivos robados o perdidos

Una trampa invisible para el mal ladrón

La historia de Joan Aragón, un informático al que robaron el móvil este mes y que halló al ladrón mediante fotografía, ha dado la vuelta al mundo. Desde que los dispositivos iniciaron una carrera evolutiva que los ha situado a la altura de los ordenadores, los robos se han multiplicado y por consecuencia las aplicaciones para evitar este tipo de problemas.
Una de las más conocidas es Cerberus. Fue la utilizada por Aragón. Permite proteger el dispositivo a través del control de forma remota por la web, por mensajes SMS y mediante una alerta SIM. ¿Para qué queremos el control del móvil si ya nos lo han robado? Esta app es como un brazo que nos permite localizar el dispositivo a través del GPS, borrar la memoria interna y de las tarjetas SSD que tengamos, a la vez que nos permite usar el micrófono y la cámara de forma secreta. El usuario puede hacer fotos y grabar audio para obtener más información sobre la persona que tiene el terminal, así como bloquear el móvil con un código para evitar su uso.
Ante el éxito de Cerberus, Google lanzó Android Device Manager. Esta app sirve para los terminales Android y es uno de los más extendidos. Permite localizar tu móvil robado y bloquearlo a distancia para evitar su uso. Si temes por la información que contiene, también permite su borrado.
Características similares tiene Prey Project. No está respaldado por una compañía tan potente como Google, pero sus opciones son mucho más completas. La app saca una foto al individuo que lo roba, permite la identificación vía GPS, informa sobre las redes wifi a las que se conecta el terminal, si han cambiado la SIM... Sin duda un abanico de opciones que será de utilidad ante problemas de robo.
Where's my droid es la última opción, aunque está más centrada en las pérdidas que en los robos. Aquí la clave es el sonido. Es una app que sirve para introducir una clave mediante SMS y que el dispositivo comience a sonar. El volumen cambia al máximo y será oído en intervalos de 30 segundos a 5 minutos.
Cuatro apps muy útiles para aquellos que han sufrido problemas de robo y que quieren poner una trampa invisible para los cacos.

Coltán: el mineral de la guerra.

Miguel del Pino Luengo es Biólogo y Catedrático de Ciencias Naturales.




El Coltán es un mineral muy escaso que sólo se encuentra en unas cuantas zonas de nuestro planeta, como Tailandia ( 5%), Brasil 5(%), Australia (10%) y África Central (80%, la mayor parte en la República del Congo).
Este mineral está formado por la combinación de dos elementos, ambos raros, llamados Columbio y Tantalio, y es componente fundamental de gran cantidad de aparatos e instrumentos de las llamadas nuevas tecnologías, como los móviles, las pantallas de plasma, los GPS, las videoconsolas, los Mp3 y Mp4, las cámaras de fotos y los juguetes electrónicos.
También requieren Coltán algunas estructuras tan importantes como los cohetes espaciales, las armas teledirigidas y los satélites artificiales.
República del Congo: riqueza, pobreza y guerra
Esta impresionante fuente de riqueza se extrae del suelo congoleño en minería a cielo abierto o por medio de la excavación de galerías y cuevas superficiales. En teoría debería ser una bendición económica para un país con una superficie de 2'34 millones de kilómetros cuadrados (5'5 veces España) y una esperanza de vida tan sólo de 47 años, pero lamentablemente no es así. ¿Qué ocurre con el Coltán en la República del Congo?
Esclavos por este nuevo "oro negro"
Mientras las mafias internacionales y los contrabandistas se enriquecen, los mineros congoleños trabajan en condiciones de verdadera esclavitud y vigilados por fuerzas paramilitares. Miles de niños trabajan en las minas y en consecuencia abandonan la escuela y los estudios.
Por término medio un trabajador congoleño cobra 10 dólares mensuales en otros trabajos mientras en las minas, obteniendo un kilo de Coltán al día, puede llegar a los 50 dólares semanales. El mineral puede alcanzar el precio de 500 dólares por kilo, así que las cuentas están claras: no es rentable trabajar en agricultura y ganadería, lo que conduce al abandono de las tierras de cultivo y de los animales domésticos.
Las guerras del Coltán
Los ingentes beneficios de la explotación del Coltán provocan algunas de las numerosas guerras fronterizas que son tan frecuentes en el continente africano y que por lo general pasan inadvertidas en Europa. Más de sesenta simultáneas se han llegado a contabilizar mientras algunas organizaciones pacifistas de los países desarrollados ni siquiera parecían enterarse. Los misioneros sí conocen bien la magnitud del desastre.
Estos conflictos suelen provocar grandes desplazamientos de población, con las consiguientes consecuencias: hambrunas, enfermedades y violencia. Realmente sale muy caro el mineral, esa "escoria negruzca", recurso estratégico de las nuevas tecnologías.
El abandono de las tierras de cultivo para concentrarse la población en la minería de Coltán acarrea desastrosas consecuencias ecológicas y económicas.
En algunas zonas llega a faltar el abastecimiento de productos básicos, mientras en otras, la invasión de tierras vírgenes provoca grandes daños para la fauna salvaje. Estos verdaderos santuarios de la humanidad pierden sus posibilidades de desarrollarse por la vía del turismo, como ha demostrado brillantemente el ejemplo de Kenya.
Los refugiados, sin hogar ni tierras, son otra de las consecuencias de estos grandes desplazamientos poblacionales. La acción constante de las guerrillas sobre la población indefensa es habitual, y poco o nada pueden hacer las fuerzas de pacificación internacionales. El Coltán, que debería ser una bendición para la República del Congo, dista mucho en la realidad de ello.
Extrañas cuentas sobre el mineral
Algunos países fronterizos con el Congo, que no tienen Coltán, hacen figurar este mineral en sus cuentas de beneficios anuales. Se trata de un Coltán "apropiado", por decirlo de manera benevolente. Las invasiones pulsantes de las guerrillas financiadas por las mafias explican estas posesiones del recurso que costado muchas muertes entre la población.
Para decirlo claramente, hay un gran negocio de contrabando de Coltán que implica a Ruanda, Uganda y Burundi.
Los otros masacrados
El santuario de los gorilas de montaña de los volcanes Virunga se encuentra en tierras fronterizas afectadas plenamente por la "guerra del Coltán", y suele ser invadido periódicamente por las guerrillas que avanzan o retroceden en función de los avatares de las contiendas. Los científicos se ven obligados a escapar a toda prisa, y cuando pueden volver suelen encontrar diezmadas a las familias de gorilas que estaban estudiando.
La población de gorilas de montaña se ha reducido en un 90% en las zonas afectadas por la actuación de las guerrillas, la de elefantes lo ha hecho en un 80%. Una verdadera destrucción masiva que acabará a corto plazo con la gran fauna centroafricana.
La sociedad del despilfarro
Mientras todo esto sucede en el corazón de África, en el mundo desarrollado parece que no se tiene en cuenta algo tan fundamental como esto: muchos de los ingenios de nuevas tecnologías se basan en recursos muy escasos como el Coltán y otros minerales y elementos raros. ¿Hasta dónde puede consumirlos la sociedad del despilfarro?
¿Podemos abandonar o tirar tranquilamente un móvil u otro aparato similar, sin pensar en la necesidad imperiosa de reciclarlo?
Quienes reciclan sus teléfonos, sus ordenadores, sus televisores o sus electrodomésticos en general, son ciudadanos especialmente motivados, sin duda ejemplares, pero lo que hoy es un hábito saludable y solidario será muy pronto una necesidad inexcusable.
De seguir el consumo al ritmo actual no habrá suficiente Coltán, ni litio, ni bastantes "tierras raras" para atender la demanda de nuevas tecnologías, y algunos tendrían muy difícil a estas alturas prescindir de ellas. ¿Se imaginan carecer de móviles y tener que ir a la centralita para poner una conferencia?
En tiempos de la explosión ecologista de los años ochenta no cabe duda de que se plantearon numerosas fórmulas de imposible cumplimiento, pero recordemos aquella "regla de las tres erres" que se formulaba como principio fundamental: reduce, recupera, recicla. Lejos de haber perdido actualidad, por el contrario la contemplamos hoy como norma inexcusable de conducta ciudadana.