miércoles, 25 de febrero de 2015

www.elpais.es

Un pequeño sol para lugares sin luz

Little Sun es la propuesta artística de Olafur Eliasson para iluminar, mediante leds y paneles solares, a los 1.200 millones de personas sin electricidad en el mundo

 

  • Una niña prueba la lámpara Little Sun diseñada por Olafur Eliasson. / MERKLIT MERSHAr
    Aunque es una historia de luz, comienza en la penumbra. Un anochecer en Copenhague. Dos amigos compartiendo cerveza y la luz como tema de conversación. Hablaban de cómo los paneles solares al fin estaban siendo eficientes a un coste aceptable y de cómo la luz led podía ser bella y cálida. De pronto pensaron que esas dos ideas se podían unir. Y así nació el pequeño sol llamado Little Sun.
    Esos dos amigos eran el artista Olafur Eliasson (Copenhague, 1967) habitual de las principales galerías de arte del mundo, y el ingeniero Frederik Ottensen. “Los dos habíamos viajado a África. Así que pensamos que este pequeño sol debería ser accesible para aquellas personas que no tienen electricidad. Lo bello fue que cuando dejamos de hablar, emocionados por la idea, el Sol se había puesto y lo único que nos iluminaba era mi bombilla led alimentada por el panel solar de Frederik”, recuerda el artista.

    En tres años, Little Sun ya ha llevado ese pedazo de sol a más de 500.000 personas que antes no tenían electricidad. Han conseguido además el apoyo del gigante informativo de los negocios Bloomberg, que ha invertido más de 4 millones de euros en el proyecto que gestionan, diariamente, un pequeño grupo de 14 personas (la mayoría trabajadores a tiempo completo). Y este 2015, en colaboración con la compañía danesa VELUX especializada en crear ventanas, lanza un concurso mundial para diseñar lámparas que funcionen con energía solar. 
    Acumulan ya más de 300 proyectos para crear estas lámparas del futuro, que se podrán presentar hasta el 15 de marzo. La ganadora será producida a gran escala: 29.000 lámparas del diseño premiado serán llevadas a África para ser vendidas en comunidades sin acceso a electricidad.

    El proyecto ya ha conseguido llevar sus lámparas a más de 500.000 personas en 10 países de África
    El enfoque de Little Sun quiere apartarse del clásico paternalismo de Occidente cuando pretende ayudar a los desfavorecidos. Eliasson cree que este punto de partida del razonamiento es equivocado: “El mensaje que transmitimos es: ‘Nosotros somos fuertes y tú, débil’. Creo que es un tremendo error repetirle a la gente una y otra vez que son pobres. Acabarán sintiéndose así”.
    El artista cree que Little Sun se integra dentro de una corriente general de las ONG’S en la que la psicología social, y no solo la ayuda per se para paliar una carencia, juega un papel fundamental. La idea se resume en dos palabras: somos iguales. “Hay que hablar de África no enfocando los problemas, sino sus oportunidades. Aun así, Eliasson reconoce que él también cometió el mismo error durante el proyecto: “Cuando estábamos llevando Little Sun a África por primera vez, me acerqué a una mujer anciana, muy bella, que parecía tener unos cien años. Le enseñé la lámpara y pensó que era hermosa. Casi como una alhaja. Tenía a un traductor conmigo al que le dije: ‘Esta es una lámpara que puede permitirse gente con muy poco dinero’. Pero mi traductor le dijo: ‘Esta es una lámpara para los pobres’. La mujer me miró y me dijo: ‘Es una lámpara preciosa. Pero si es para pobres, vas a tener un problema en Etiopía. Porque no hay pobres en Etiopía”.

    La gema solar

    Quería que fuera algo que cuando lo miras provocara una respuesta emocional. No me preocupaba mucho que el diseño fuera funcional. Lo único importante era que fuera duro; la puedes tirar y no la rompes. La clave era que te identificaras con él a primera vista. Para mí es una pequeña escultura. Quería que le hablara tanto a los adultos como a los niños. Quería que una mujer, cuando lo llevara colgado al cuello, no quería que su vecina de al lado pensara: ‘Oh, llevas un Little sun. Debes tener un problema. Debes ser débil’. Quería que su reacción fuera: ‘Oh, yo quiero uno también. Es muy atractivo’. Y los niños quiero que tengan el sentimiento de que ellos mismos se convierten en pequeños soles.
    Olafur Eliasson
    Little Sun exige un esfuerzo a la familia que quiera comprarlo. Esta luz, que da unas cuatro horas de luminosidad a la máxima potencia y unas 10 a la mínima, cuesta algo más de 10 euros. Y eso en Etiopía, Senegal o Zimbabue (tres de los 10 países africanos en los que se encuentra ya Little Sun) puede significar varios días de trabajo. “El precio sale de nuestros costes de producción (4,57 euros) más los costes de transporte. Aquí, en Alemania [donde está ubicada la empresa], tienden a decirnos: ‘Le estáis vendiendo algo a gente pobre. Eso es terrible e inmoral’. Dos hechos al respecto: Uno, no nos gusta hablar de pobres; todos tienen las mismas aspiraciones y sueños que cualquiera de nosotros. Dos, estas familias tenían que gastarse de media un dólar a la semana en alguna fuente de iluminación. Y nosotros con un gasto de 12 semanas les damos luz como mínimo para dos años”, explica Felix Hallwachs (Berlin, 1977) CEO de Little Sun y arquitecto que llevaba 10 años colaborando en el estudio de Eliasson. Además, el proyecto subraya que las fuentes de luz que suelen usarse en estas comunidades vienen de quemar queroseno, sustancia que contamina el aire y provoca enfermedades.
    El objetivo a largo plazo es que la empresa se sostenga por sí sola. De momento, Hallwachs admite que no hay beneficios. Pero están creando un tejido económico al que ya se han incorporado más de 400 empresarios africanos. Y que en cuatro años, para los que ya tienen asegurada la financiación gracias a un préstamo de Bloomberg, esperan entrar en números verdes. “Queremos evidentemente transmitir el mensaje artístico de Olafur a una escala global. Pero también queremos ser pragmáticos a un nivel local y generar oportunidades de negocio. Un vendedor de Little Sun en África puede ganar entre tres y cuatro euros por lámpara”, aclara Hallwachs. El objetivo final, conseguir que los 1.200 millones de personas sin acceso a la electricidad a nivel mundial tengan su luz.

    Creo que es un tremendo error repetirle a la gente una y otra vez que son pobres"
    Olafur Eliasson, artista.
    La clave oculta tras Little Sun es la interacción entre arte y ciencia, dos campos frecuentemente alejados que su artífice, Eliasson, cree necesario conectar cada vez más: “Tenemos que crear un futuro que funcione para todos. Y si queremos ese futuro, tendremos que colaborar entre todos. Y no solo entre científicos y artistas, sino también entre artistas y sociólogos, artistas y economistas… Lo que importa es que desarrollemos un sentido de interdependencia. Es decir, de que solo podremos conseguir las metas juntos. El único futuro que tiene sentido es uno en el que Occidente y África colaboren”.

    martes, 24 de febrero de 2015

    www.elpais.com


    ENTREVISTA | Mariano Campoy, investigador del Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona

    “En 10 años tendremos cortinas capaces de producir electricidad”

    El físico español desarrolla paneles solares baratos y flexibles, similares a una bolsa de patatas fritas. Su equipo pinta plásticos con una tinta especial que los convierte en células fotovoltaicas que se pueden imprimir como si fueran periódicos

    El físico Mariano Campoy, antes de la entrevistar
    El físico Mariano Campoy, antes de la entrevista / Kike Para/ 
    MARIANO CAMPOY. En 2001, un británico exjugador de rugby y un español aficionado a la capoeira, el arte marcial brasileño, se citaron en Londres y no fue para liarse a mamporros. Eran Donal Bradley, profesor del Imperial College, y Mariano Campoy, entonces un chaval de 23 años que iba a ser su estudiante de doctorado. Bradley había descubierto unos plásticos flexibles que emiten luz cuando una corriente eléctrica pasa por ellos. Son los OLED, unos materiales que ya están llegando a las pantallas de teléfonos móviles y de televisión y que podrían servir para que una persiana bajada emita luz por la noche como si fuera de día. Campoy, nacido en Santiago de Compostela en 1978, aprendió a darle la vuelta al proceso. En lugar de plásticos flexibles que emiten luz con el paso de la electricidad, se dedicó a producir materiales que generan electricidad con el paso de la luz del sol.
    Mariano Campoy (Santiago de Compostela, 1978) se pagó parte de la carrera de Física “haciendo bolos”. Guitarrista y aficionado al rock, al jazz y a la psicodelia, ahora toca en la Banda de Conducción, un grupo de música formado por investigadores del Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona (CSIC). Allí, Campoy desarrolla tintas capaces de convertir plásticos flexibles en paneles solares.

    Una década después, este físico dibuja un futuro inminente en el que las cortinas de las casas producirán electricidad, los móviles se podrán cargar en la playa conectándolos a la sombrilla y los ordenadores portátiles alimentarán sus baterías cuando estén dentro de la mochila. Campoy, físico en el Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona (CSIC), acaba de ganar el premio Investigador Novel en Física Experimental de la Real Sociedad Española de Física y la Fundación BBVA por su “excelente labor” en este asombroso campo, que puede revolucionar los hogares de todo el mundo.
    Su equipo pinta plásticos flexibles con una tinta que los convierte automáticamente en paneles solares fotovoltaicos, similares en apariencia a las bolsas metalizadas de las patatas fritas. El método de fabricación, inimaginable hace unos años, es similar al de la impresión de periódicos. Los paneles, todavía en fase de desarrollo, se pueden imprimir como churros. Campoy los define como “un sándwich”, en el que el jamón de York es un plástico capaz de generar electricidad al absorber la luz solar y el pan de molde son dos metales que extraen la carga eléctrica. Cada capa tiene un espesor de apenas 100 millonésimas de milímetro.

    ¿Cómo ve los paneles solares fotovoltaicos actuales?

    Actualmente, la tecnología fotovoltaica es costosa. Se aprecia en que hasta ahora el desarrollo que ha habido se basa en primas, en subvenciones o en ayudas para que sea rentable tener una granja solar, por ejemplo. Otra cosa diferente son otras aplicaciones, como suministrar electricidad a una casa aislada, a una farola o a una boya en el mar. En este tipo de cosas la tecnología fotovoltaica sí es rentable. Pero para generación eléctrica, es decir para grandes instalaciones, no es rentable. Por supuesto, la energía del sol es gratis, así que sí que es rentable, pero es una tecnología cara, comparada con el precio real o irreal de la producción de energía que tenemos ahora mismo. Esto es lo que está haciendo que las industrias no se interesen por ella a menos que haya un incentivo.
    Mariano Campoy, con un panel solar plástico de la empresa KonarkaAmpliar
    Mariano Campoy, con un panel solar plástico de la empresa Konarka /

    ¿A qué obstáculos se enfrentan sus paneles fotovoltaicos impresos?

    El reto que tenemos es llevar su eficiencia [para convertir la energía de la luz del sol en electricidad] a un nivel atractivo comercialmente, manteniendo un procesado de bajo coste y que que consuma poca energía. La idea final es tener unos productos que cuesten 30 euros por metro cuadrado en lugar de los 300 euros que cuestan ahora los paneles fotovoltaicos, para que puedan competir con los precios reales de la energía. Además, podemos utilizar las ventajas de estos materiales, que son flexibles y ligeros, para pensar en aplicaciones en textiles, recubrimientos en ventanas, células solares semitransparentes para poner de cortinas…

    ¿Cortinas que generen electricidad?

    Sí, hay aplicaciones que son bastante novedosas y hasta ahora no se podían hacer. En mobiliario urbano, por ejemplo, es posible cubrir con paneles solares ondulados una marquesina de autobús que tenga una forma ondulada. En principio, puedes recubrir cualquier superficie. Lo que estamos intentando en uno de nuestros proyectos es desarrollar células solares pequeñas y flexibles, con aplicaciones más puntuales, para poner, por ejemplo, en una cartera. El objetivo es desarrollar y madurar la tecnología, para averiguar por dónde falla: ver si son suficientemente estables o si su eficiencia no convence a posibles socios industriales.

    ¿Una cartera para cargar el ordenador?

    Sí, el ordenador o el móvil.

    ¿Sería una cartera de plástico?

    Habría dos opciones: hacer un textil fotovoltaico, en el que el soporte es un hilo y sobre ese hilo vas aplicando las tintas. La otra idea sería hacer un dispositivo y pegarlo, algo parecido a las calculadoras solares, antes de hacer producción a mayor escala. Las tintas que utilizamos actualmente contienen materiales que la industria europea no permite. Empleamos líquidos como cloroformo, clorobenceno y otras cosas altamente tóxicas. En el laboratorio no pasa absolutamente nada, pero si quisiéramos tener una superproducción de paneles solares no podríamos. Legalmente no se puede. Una de las investigaciones que estamos haciendo es el desarrollo de tintas utilizando materiales respetuosos con el medio ambiente.
    “Con el material de una botella de agua y siete latas de refresco podría hacer casi un metro cuadrado de panel solar”

    Pero, al final, son plásticos.

    Sí, una pregunta que yo me hacía era: bueno, si el petróleo se está acabando a lo mejor no tiene mucho sentido desarrollar una tecnología que también se basa en plásticos, que vienen del petróleo. Estaba preocupado por eso e hice números por si en algún momento me encontraba con un problemón. Hice cálculos con una botella de medio litro de agua que tenía en el despacho: con la cantidad de plástico que había en aquella botella, y siete latas de Coca-Cola para las capas de metal, conseguía unos 70 metros cuadrados de todas las capas activas. Si se incluye el soporte, podría hacer casi un metro cuadrado de panel solar con la cantidad de material de una botella de agua y siete latas de refresco.

    ¿Cuánta electricidad produciría ese metro cuadrado?

    Para una familia promedio necesitaríamos una superficie similar a la del piso en el que viven. La típica familia necesita 60 o 70 metros cuadrados de estos paneles solares. También depende mucho de dónde estés: de la cantidad de sol que tengas y de la eficiencia de los paneles. Nuestro objetivo sería producir células solares [los componentes de los paneles fotovoltaicos] con una eficiencia del 15%. Ahora conseguimos entre un 5% y un 6%. El récord mundial está en 8%. Y cuando yo empecé con esto, en 2001, la eficiencia era menor del 1%. En principio, no hay un impedimento fundamental, sólo hay que sintetizar mejores materiales y optimizar las estructuras.

    ¿Cuándo calcula que podríamos estar imprimiendo células solares para casa como si fueran periódicos?

    Con un nivel de eficiencia del 5%-6%, la tecnología ya está lista y valdría para cierto tipo de aplicaciones, como las células solares que hay en las calculadoras, que requieren muy poquita energía. Para el 15% creo que todavía nos quedan cinco o diez años. Yo lo veo muy alcanzable. Hay mucha gente que trabaja en esto a nivel mundial y muchas empresas que se han empezado a meter. Los conocimientos están yendo rápidamente hacia la industria.
    “A lo mejor a la industria no le interesa que estos paneles solares estén listos tan pronto”

    ¿Cree que en 10 años tendremos cortinas capaces de producir electricidad?

    A nivel técnico sí, pero creo que hay una barrera comercial importante en el ámbito político-industrial. A lo mejor no interesa que estén listas tan pronto. La tecnología tiene que madurar. Hay una industria ya establecida, con un mercado muy establecido. Es sólo una apreciación, pero una tecnología nueva tiene que ofrecer una serie de ventajas muy grandes o tener algo que realmente haga a estas empresas dejarte sitio o que se metan ellas directamente. Por ejemplo, Philips y Siemens ya están metidas en esto. Esto al final posiblemente será muy positivo, porque será muy bueno que haya un amparo industrial.

    Si basta con cortinas para producir electricidad en casa de manera eficiente, es factible que las compañías eléctricas opongan resistencia.

    Si todo el mundo tiene su pequeña estación de generación, si tú mismo generas electricidad todo el tiempo, el método normal es estar conectado a la red, dando energía todo el tiempo para quien la necesite. Tienes un contador que te dice lo que estás inyectando y lo que estás consumiendo. Pero la calidad de la energía es distinta. Es un problema de ingeniería eléctrica. No es lo mismo la electricidad que se produce en un parque eólico que la electricidad que se produce en una estación de gas. Es muy distinta. A la gente que maneja la distribución de la electricidad le gusta que sea toda igual, para que no haya picos de corriente ni cosas raras. Eso plantea un tema muy importante de gestión de la energía a todos los niveles, pero se está haciendo. En Alemania apostaron por esto, nada de granjas solares. Como la población está bastante distribuida y vive en casas, su sistema favoreció que la gente plantase paneles solares.

    ¿El famoso papel electrónico podría autoabastecerse con estos paneles solares flexibles?

    Tener por un lado un papel electrónico y por el otro un panel solar sería perfectamente factible. Aunque depende del consumo del cacharro. Los lectores de libros electrónicos no gastan mucha energía, posiblemente sería suficiente con un panel solar con la misma superficie que el dispositivo. Pero todo lo que sea táctil y con una pantalla enorme tiene más demanda de electricidad. En este caso, se pueden tener los paneles solares en dos rodillos a los lados que se puedan estirar. Sería totalmente factible. Las aplicaciones van desde eso a paraguas que generen electricidad, o sombrillas, o parasoles de los coches capaces de producir electricidad. Hay energía por todas partes. El sol da de sobra para todo, es cuestión de imaginación.
    “El sol da de sobra para todo, es cuestión de imaginación”

    Por poner los pies en la tierra: estos paneles solares de momento son caros, poco eficientes y duran poco al aire libre. Esos serían los tres puntos débiles que hay que mejorar.

    Sí. Lo de que son caros es una cuestión de escalado. Es caro hacerlo en tu casa, no en un proceso industrial. Lo más caro de todo es el metal semitransparente. Ahora mismo se usa el óxido de indio y estaño [ITO, por sus siglas en inglés]. El precio del indio se ha triplicado en los últimos años porque no hay mucho. Todo dispositivo que tenga una pantalla plana tiene un recubrimiento de este estilo. Estos materiales son un punto crítico para todas las tecnologías: iPods, iPhones, pantallas planas de televisión. Supone el 80% del precio total. Hay que buscar otros materiales para quitarnos de en medio este material.


    www.elpais.es

    El adiós al plástico está en el caparazón de un insecto

    Un científico español de Harvard es uno de los mayores expertos del mundo en quitosano, un material biodegradable que abre un escenario prometedor en industria y medicina



    Javier Fernández (a la derecha) muestra una lámina de quitosano a Don Ingber, director del Instituto Wyss. / JON CHASE (HARVARD PUBLIC AFFAIRS & COMMUNICATIONS.)

    “Muchos objetos de plástico, como los desechables o embalajes, se fabrican sin pensar en su vida útil. Si yo por ejemplo fabrico una botella de agua, no te puedo perseguir para que la eches al contenedor que le toca”, explica Javier Fernández, doctor en Nanobiotecnología por la Universidad de Barcelona, investigador en Harvard y docente de la Singapore University of Technology and Design. Con una carrera enfocada a reducir el consumo de plástico, él tiene su propia apuesta: el quitosano.
    Javier Fernández suma ya tres publicaciones científicas sobre las propiedades de este material biodegradable que podría jubilar al plástico y abrir nuevas vías de investigación en medicina, industria e impresión en 3D. Para su primera publicación, publicada en Advanced Materials en 2012, el investigador se “encerró” -literalmente, según cuenta- en la biblioteca de Zoología de Harvard para estudiar minuciosamente los caparazones de insectos y crustáceos. Así, dio con las bases para crear el shrilk, una mezcla a base de quitosano -material presente en caparazones de crustáceos e insectos- y fibroína -una proteína de la seda-.
    El investigador reprodujo la estructura de los insectos en la naturaleza para diseñar un 'shrilk' que posee una fuerza que duplica a la del plástico y, además, es biodegradable
    “La piel de un insecto está hecha de quitosano, proteínas y, en la parte más externa, hay una capa similar a la cera resistente al agua. El quitosano y la fibroína se combinan para dotar al esqueleto de rigidez (alas) o elasticidad (articulaciones)”, explica el científico. Para ilustrar estas propiedades, el investigador cita el caso del Rhodnius Prolixus,un insecto común en América Central y Sudamérica que “es capaz de controlar su rigidez, como cuando se infla para absorber sangre de otras especies”. Así, el investigador reprodujo esta misma estructura de los insectos en la naturaleza para diseñar un shrilk que posee una fuerza que duplica a la del plástico -120 MPa- y, además, es biodegradable.
    “A raíz de la publicación, recibimos muchas llamadas de empresas interesadas en implantar el material”, explica el científico. Por un lado, la industria quiere reducir la dependencia del plástico. Y, por otro lado, empresas médicas están interesadas en aplicaciones que van desde cura de hernias, sutura reabsorbente, pegamento quirúrigico o piel artificial. Sin embargo, había un problema con la seda, que “encarecía mucho el proceso para finalidades industriales”, explica el científico.

        Es el segundo material orgánico más abundante en la Tierra, por detrás de la celulosa
    Así, el equipo de Javier Fernández trabajó para reducir el coste en la rama industrial y, finalmente, dio con la fórmula exacta para crear un quitosano, sin seda, que reproduce a la perfección sus características naturales. Esta segunda publicación tuvo lugar en 2013, también en la revista científica Advanced Functional Materials.
    El investigador insiste en que no están creando un nuevo material. "Empleamos técnicas de microelectrónica y nanotecnología para diseñar la estructura y las propiedades extraordinarias que posee el quitosano en la naturaleza para poder, así, destinarlo a otras aplicaciones”, explica.

    Un tesoro en la basura

    Una de las principales ventajas del material es que el quitosano es muy barato. “Tradicionalmente, lo hemos usado como un desecho”, dice el investigador. “Es el caso de cabezas y caparazones de gamba recogidos por la industria pesquera que, en su mayoría van directos, a la basura. Además, es muy fácil de conseguir, ya que es el segundo material orgánico más abundante en la Tierra por detrás de la celulosa”, añade.

    Hemos rescatado un material olvidado para tratar de usarlo como lo hace la naturaleza y de acuerdo con el medio ambiente”
    Una vez en el laboratorio, el quitosano llega en forma de polvo o escamas, similares a un cereal de desayuno. Se le añade agua y ácido acético para conseguir su disolución. Nota de química para dummies: los protones del ácido acético reaccionan con el quitosano de manera que las moléculas de este último se separan y se obtiene una disolución definitiva del 4% de quitosano en agua.
    “Ahora bien, lo que queremos es conseguir que el quitosano recupere su estructura y propiedades naturales partiendo de esa disolución”, explica el científico. Así, el proceso requiere una segunda fase en la que se evapora la disolución “de forma muy controlada”. “Hay un tiempo exacto en el que la disolución se convierte en un cristal líquido, que al tacto se parece mucho a la plastilina, de manera que fluye pero conservando moléculas de cristal”, detalla Javier Fernández. Según el grado de evaporación, la mezcla poseerá unas propiedades más líquidas o viscosas.
    Posteriormente, un tercer trabajo académico publicado a principios de 2014 en Macromolecular Materials and Engineering, ahonda en las posibilidades del quitosano como material para imprimir grandes estructuras en 3D y hacer la producción escalable. Sin embargo, a día de hoy, esta técnica requiere que las empresas modifiquen su proceso productivo, con lo que esperan un mayor desarrollo para terminar de incorporar el quitosano definitivamente.

    A la sombra del plástico

    Ante tantas aplicaciones del quitosano y los beneficios de su coste, ¿por qué su estudio no ha explotado hasta ahora? El investigador español recuerda que el quitosano se descubrió en el siglo XIX y que, a principios del XX, se investigaron sus propiedades hasta el punto que la empresa química DuPont conserva patentes de esa época.“El quitosano se degrada en el medio ambiente y sabemos, como mínimo, que no entorpece el crecimiento de otras especies”, comenta Javier Fernández.No obstante, la introducción del plástico, un producto que el investigador califica como “el material del siglo XX”, hizo que se detuviera la investigación en quitosano y otros materiales. No fue hasta los años 70 del siglo pasado, a raíz de la preocupación por los materiales sostenibles, que se recuperó esta rama de la ciencia. “Hemos rescatado un material olvidado para tratar de usarlo como lo hace la naturaleza y de acuerdo con el medio ambiente”, sentencia el investigador.

    El científico dice que “aproximadamente en un par de años” la producción de quitosano puede ser a gran escala. Aún así, añade que “el uso de bolsas de plástico es algo que se podría solucionar fácilmente desde el punto de vista legislativo, ya que la sociedad no tendría muchos problemas en usar bolsas de tela”. En cambio, el uso del plástico a más alta escala “sí que requiere de un desarrollo tecnológico con nuevos materiales que no tengan impacto medioambiental.

    De ahora en adelante, y ya instalado en Singapur, Javier Fernández seguirá perfeccionando las aplicaciones del quitosano. Asegura, de todas formas, que seguirá en contacto con Harvard y el MIT. En este sentido, antes de su marcha, cerró una colaboración con el departamento de Neri Oxman, profesora del Media Lab del MIT.


    www.lavozdealmeria.es

    Almería coloca en un ránking a 19 científicos de excelencia
    La provincia ocupa una posición intermedia en la clasificación de investigadores magníficos



    Barcelona encabeza la clasificación con 551 investigadores con marchamo de excelencia, seguida de Madrid, Valencia, Granada, Sevilla y Zaragoza.

    El portavoz del Grupo DIH, Luis Pérez, explica que este ránking . “Nuestro trabajo consiste en seleccionar a estos investigadores y encontrar un procedimiento de búsqueda de sus publicaciones en la base de datos Isi Wos”.
    Lo que se compara son investigadores de distintas áreas dentro de un mismo. 
    El grupo consultor explica que “cuantas publicaciones logre un investigador no dice nada si no han tenido impacto y relevancia, es decir, el número de veces que han sido citados por otros.
    Por otra parte, actualmente en la UAL hay 135 grupos de investigación.
    Los grupos de investigación, son unidades de organización y gestión de la actividad investigadora donde por razones de coincidencia estable en sus objetivos, infraestructuras y recursos compartidos, convergen un conjunto de investigadores con capacidad plena para el desarrollo de la actividad investigadora.
    Los grupos de investigación de la Universidad de Almería están reconocidos por la Junta de Andalucía y sus líneas de investigación abarcan todos los sectores estratégicos.

    lunes, 16 de febrero de 2015

    www.elconfidencial.es
    LA GUERRA POR ENCONTRAR LA SUPERBATERÍA QUE CAMBIARÁ EL MUNDO.
    Silenciosas, planas y escondidas, pero casi tan necesarias como el agua corriente. Las baterías se han convertido en la pasión de Steve LeVine, profesor adjunto de la Universidad de Georgetown (EEUU), corresponsal de Quartz y autor de The Powerhouse. Este libro refleja los dos años en los que LeVine investigó, con una beca de la fundación New America, la carrera por inventar la superbatería que puede salvar el mundo.
    The Powerhouse comenzó a escribirse durante la crisis financiera y ha sido publicado en un contexto completamente diferente. No sólo Estados Unidos se ha declarado oficialmente recuperado, con niveles de crecimiento y empleo previos a los de 2008, sino que la caída del petróleo desde junio de 2014 está provocando “una de las mayores transferencias de riqueza de la historia”.
    Es un auténtico corrimiento de tierras. Por un lado, los países productores se hunden frente a la mirada tranquila de Occidente. El barril barato acorrala todavía más a Rusia, esquinada por la guerra en Ucrania, las sanciones internacionales y la fuga de capitales. Limita el poder regional de Venezuela, cuyo petróleo representa un 95% de sus exportaciones, y presiona a Irán para firmar un pacto nuclear con Washington a cambio de un alivio en las sanciones.
    Si el barril de petróleo se mantiene en 50 dólares durante un año, los ingresos de los miembros de la OPEP descenderían en 590.000 millones de dólares. Por otro lado, los países consumidores se elevan con más dinero en el bolsillo. Los conductores de Estados Unidos ahorrarían 230.000 millones en llenar el depósito, lo que ya potencia el consumo en otros sectores, y los 28 vecinos europeos prevén crecer juntos por primera vez en ocho años gracias, en parte, al ahorro en crudo.
    Steve LeVine maneja con alegría estos elementos, pues encarnan el pilar de su libro. “Observa cómo el petróleo de esquisto en los últimos seis meses ha sacudido la economía global”, asegura a Teknautas. “Si consigues una superbatería que sea en sí misma una industria y que genere la venta masiva de coches eléctricos, el impacto sacudiría a esos países (Rusia, la OPEP) y haría a los consumidores, Europa y Estados Unidos, más fuertes. Comprarían menos petróleo”.
    Baterías de Nissan
    Baterías de Nissan
    ¿Quién logrará la superbatería?
    Gobiernos de todo el mundo quieren llenar de vehículos eléctricos sus calles. Alemania pretende pasar de tener 25.000 a un millón para 2020. Después de Noruega, Francia es el país que más coches eléctricos compra en Europa. El Gobierno financia estaciones de recarga y entrega 5.000 euros a quien compre un automóvil que contamine menos de 60 gramos de CO2 por kilómetro.
    Una batería de nueva generación, duradera y fácilmente recargable, podría borrar el engorro de un plumazo. Tumbar el precio del coche eléctrico y cambiar de forma irreversible la economía global.
    LeVine centra la mayor parte de su investigación en el Argonne National Laboratory, la punta de lanza norteamericana en la persecución de la superbatería. Un centro con financiación federal sobre el que gravitan cinco empresas, cinco universidades y otros cinco laboratorios.
    Luego traza el perfil de los battery men, una casta selecta de expertos capaces de obrar el milagro. Desde John Goodenough, el padre de la batería original, que a sus 92 años sigue buscando la evolución moderna en la Universidad de Texas, hasta Wan Gang, el ministro chino de Ciencia y Tecnología. Gang abre el primer capítulo con una educadísima visita al laboratorio de Chicago para echar un ojo a estos hombres de las baterías que trabajan para EEUU.
    “Hay una competición que llaman la guerra de la batería, asegura LeVine. “Los países principales son China, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. Japón lidera la competición porque ha estado en ella desde hace más tiempo, y ya comercializó la primera batería de ion-litio en 1991 y el primer coche híbrido, el Prius de Toyota, en 1996”.
    ¿Cuándo?
    El autor reconoce que el consenso, defendido con vigor por la industria del petróleo y grandes agencias de análisis, está contra los investigadores. Exxon Mobil, por ejemplo, no ve o no quiere ver traumas en el consumo a largo plazo. Estima que en 2040 el mundo tendrá el doble de coches que en 2010, nada menos que 1.700 millones. Dado que cada vehículo consumiría un 45% menos de gasolina, la producción de petróleo se mantendría sin cambios.
    “Lo que veo me dice que esas predicciones no son correctas”, declara LeVine. “Están basadas en pensamiento lineal; hay que entender que vivimos en una edad de cambio rompedor, de sorpresas geopolíticas y económicas a todos los niveles. Los investigadores creen, son verdaderos creyentes, y también los países metidos en la competición. Puede ocurrir mañana, o tardar mucho tiempo”. La guerra de las baterías avanzará, hasta entonces, inexorable.