jueves, 5 de junio de 2014


SIETE PRODUCTOS PARA FALLAR

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La rápida evolución de la tecnología ha asentado la idea de que muchas empresas emplean la obsolescencia programada en sus productos

Siete productos que parecen diseñados para fallar
Casi desde el nacimiento de la sociedad de consumo, muchas voces han criticado que la vida útil de los productos fabricados industrialmente es acortada por sus propios fabricantes, provocando toda clase de averías en ellos para asegurarse una demanda constante. Este fenómeno, bautizado como obsolescencia programada, ha sido negado por la industria hasta la saciedad, pero lo cierto es que existen numerosos ejemplos que parecen dar la razón a quienes defienden su existencia.
En nuestro habitual repaso de los temas más destacados de lablogosfera, queremos aprovechar la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente para repasar una lista publicada en el blog «Ojo científico», con siete productos de uso masivo sospechosos de formar parte de ese círculo vicioso de la obsolescencia programada.
1.- Cartuchos de tinta: Además de que en algunas ocasiones los cartuchos de tinta pueden resultar más caros que las propias impresoras en las que se emplean, estas poseen un microchip que impiden continuar imprimiendo cuando uno de los colores disminuye hasta un nivel determinado, obligando a reemplazar el cartucho aunque aún quede tinta en su interior. Además, este sistema impide reutilizar los cartuchos agotados, lo que aumenta los residuos generados.
2.- Videojuegos: Por norma general, cada vez que un fabricante lanza una nueva versión de sus consolas, se deja de fabricar juegos compatibles con las anteriores. Del mismo modo, los juegos antiguos no suelen ser compatibles con las consolas más evolucionadas. En muy poco tiempo, aparatos y juegos se convierten en tecnología obsoleta.
3.- Software: Como en el caso anterior, muchos sistemas operativos y programas informáticos suelen incluir en sus actualizaciones mejoras y variaciones en sus formatos de archivo que son incompatibles con las versiones previas, lo que obliga a los usuarios a actualizar todos sus dispositivos. Además, en muchas ocasiones, las mejoras en los sistemas operativos no se pueden instalar en los aparatos más antiguos, tal y como ocurrirá con la próxima versión de Apple, iOS 8, provocando que muchos iPhone 4 completamente operativos queden obsoletos de la noche a la mañana.
4.- Los libros de texto: Los cambios que casi cada año introducen los editores en los libros escolares hace que los colegios pidan a sus alumnos la última edición de los textos, acabando con la tradición por la que los hermanos menores «heredaban» los libros que habían estrenado los mayores. La consecuencia es un mayor gasto para las economías familiares y un incremento en el consumo de papel.
5.- Coches: El Ford T, además de inaugurar la producción automovilística en cadena, era conocido por sus líneas toscas y su durabilidad, mientras que General Motors optó por fabricar coches más estilizados, aunque menos fiables. El diseño se convirtió en uno de los aspectos principales a tener en cuenta a la hora de adquirir un coche. Las modificaciones en el diseño y, por tanto, la presión para tener el último modelo, son continuas. Además, para animar a sus clientes a cambiar de coche, los fabricantes dejan de fabricar algunos repuestos cada vez más pronto.
6.- Baterías y equipos electrónicos: Quienes defienden la existencia de la obsolescencia programada aseguran que muchos aparatos electrónicos traen su vida útil programada desde la fábrica. Baterías que admiten un ciclo máximo de cargas y que no pueden ser sustituidas, impresoras que dejan de funcionar al alcanzar un número determinado de impresiones o lavadoras que se estropean al superar cierta cantidad de lavados sin posibilidad de ser reparadas son los ejemplos que suelen poner.
7.- Bombillas: Aunque la intensidad con la que alumbran no sea la misma que cuando fueron fabricadas, en algunos museos todavía pueden verse bombillas que llevan más de cien años encendidas. Sin embargo, a pesar de las promesas de la publicidad, las actuales no suelen durar más de dos años. Los defensores de la obsolescencia programada aseguran que los fabricantes decidieron rebajar la calidad de las lámparas para conseguir que fallaran y mantener las ventas que aseguraran la rentabilidad de su negocio. De hecho, aunque nunca se ha demostrado, una teoría asegura que en los años 40 un lobby de fabricantes de bombillas presionó para limitar la duración de las bombillas a mil horas.

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