viernes, 8 de mayo de 2015


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El Henry Ford burgalés

Avelino Antolín cofundador del grupo, en el taller familiar en los años 50.
Avelino Antolín cofundador del grupo, en el taller familiar en los años 50. / Grupo Antolín
  • José Antolín empezó con un taller y hoy los diez coches más vendidos de Europa llevan componentes suyos. Acaba de ceder el testigo a su sobrino, que ha comprado una firma nueve veces mayor



Habría que rebuscar mucho en el parque móvil nacional para encontrar un coche en cuyo interior no haya componentes fabricados por la multinacional española Grupo Antolín. Y uno de los pocos es una joya de museo que la firma guarda celosamente en su sede central en Burgos. Es un modelo Hispano Suiza de 1922 que perteneció a Alfonso XIII. Su nieto (y gran amigo de la saga Antolín) Juan Carlos I nunca dejaba de admirar el perfecto estado de revista del vehículo en las muchas visitas que ha realizado a la sede de la fábrica. Solía hacerlo camino de la finca burgalesa de esta familia, uno de los escenarios favoritos de caza del monarca retirado. Y después de parar en el exquisito restaurante Landa a degustar sus afamadas morcillas.
Cuarenta de los 50 modelos más vendidos del mundo (entre ellos los 10 líderes de Europa) llevan puertas, techos, sistemas de iluminación o asientos suyos. Con más de 15.000 trabajadores y 125 plantas en 25 países, la multinacional está a punto de entrar en el grupo de las 50 empresas de componentes del automóvil más grandes del mundo. Un salto que ahora se producirá de golpe y a lo grande, después de que su recién nombrado presidente y tercera generación al mando, Ernesto Antolín, haya desembolsado 490 millones de euros para comprar Magna, firma canadiense nueve veces mayor. Esto le permitirá multiplicarse por dos y subirse al tercer lugar de los proveedores mundiales. Esta vez, el pez más chico se ha comido al grande. Ernesto salió al mercado para comprar una fábrica en México y se encontró con que le ponían a tiro las 36 de Magna. Ha seguido el manual genético del apellido Antolín. «Discreción, pasión y audacia», para pilotar el volante de su firma hacia la cima de la automoción mundial.

Una impronta que se ha ido forjando durante 60 años y cuya correa de transmisión es José Antolín Toledano (Quintana del Puente, Palencia, 1936), que ha cedido el testigo en febrero a Ernesto y ahora es presidente de honor. Su historia arranca con 14 años en el pequeño taller familiar de reparación de coches y tractores que fundó su padre en Burgos. Hizo equipo con su hermano Avelino. Las jornadas acababan bañados en grasa debajo de los camiones Barreiros o de los tractores.

De tanto hacer apaños en los bajos surgió el chispazo: a mediados de los años 50 inventan la rótula de dirección flexible metiendo un trozo de caucho en la pieza metálica. Además de resolver un grave problema de seguridad en el tráfico, les abrió las fronteras, sobre todo las mentales, en una España que no miraba más allá de los Pirineos. «Eran un tándem perfecto. Avelino –mi tío– era un espíritu rebelde, inquieto, que ponía en causa lo establecido, con una gran visión de futuro. Mi padre era más prudente, más técnico, apasionado de la I+D+i, aportaba ese punto de sensatez necesario», resumía María Helena Antolín, vicepresidenta del grupo, el día en que su padre recogió el título de doctor honoris causa por la Universidad de Burgos. Un birrete que le llegó a quien siempre admitió que «mis únicos estudios eran las prácticas del taller».

En los cinco continentes

Aquel tándem que contagiaba su entusiasmo a sus obreros, comenzó a ganar cuota nacional hasta que en 1968 da el salto exterior en alianza con una firma alemana. A partir de 1985 crean el holding Grupo Antolín. Desplegado en un mapa mundi, el sello de la marca se asoma ya a los cinco continentes. Una evolución que recuerda a la de Henry Ford, el empresario americano que, a partir de un único modelo (el Ford T), revolucionó la fabricación de coches con las cadenas de montaje. En los últimos años, su apuesta por el magnesio, una aleación mucho más ligera y ecológica que el aluminio o el hierro, ha incrementado sus dominios. Empresas como Volkswagen, Ford, Renault, Fiat o Nissan son clientes habituales.

La muerte de Avelino hace 20 años dejó a su hermano José el peso de ese viaje. Siempre discreto y reacio a salir a la luz pública, apenas se dejaba ver en los homenajes empresariales o las visitas de su amigo el Rey. José Antolín tiene tanta confianza con él que es de los pocos que siempre le ha tuteado. «Tiene hasta su teléfono personal, el bueno», reconocen en su entorno. Este patriarca ha dejado que sean sus vástagos quienes hablen por él. José Antolín Granet, nacido de su segundo matrimonio, explica el éxito de su padre gracias a una filosofía muy apegada a su tierra: «Él suele decir que la dicha plena consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar».
En esos 60 años, han llegado a la cima sin abrir nunca la cúpula directiva a nadie que no llevara el apellido Antolín.

En 2013 firmaron un acuerdo familiar para evitar esas luchas por el poder que han demolido a otros grandes apellidos. Esto les permite figurar en la lista Forbes entre las mayores fortunas familiares españolas (se les calcula entre 300 y 350 millones de euros, los más ricos de Castilla y León), junto a otros apellidos como Antonio Catalán (Hoteles AC), García-Baquero (quesos) y Alfonso Soláns (Pikolín).

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