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El Henry Ford burgalés
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José Antolín empezó con un taller y hoy los diez coches más vendidos de Europa llevan componentes suyos. Acaba de ceder el testigo a su sobrino, que ha comprado una firma nueve veces mayor
Habría que rebuscar mucho en el parque móvil nacional para encontrar
un coche en cuyo interior no haya componentes fabricados por la
multinacional española Grupo Antolín. Y uno de los pocos es una joya de
museo que la firma guarda celosamente en su sede central en Burgos. Es
un modelo Hispano Suiza de 1922 que perteneció a Alfonso XIII. Su nieto
(y gran amigo de la saga Antolín) Juan Carlos I nunca dejaba de admirar
el perfecto estado de revista del vehículo en las muchas visitas que ha
realizado a la sede de la fábrica. Solía hacerlo camino de la finca
burgalesa de esta familia, uno de los escenarios favoritos de caza del
monarca retirado. Y después de parar en el exquisito restaurante Landa a
degustar sus afamadas morcillas.
Cuarenta de los 50 modelos más vendidos del mundo (entre ellos los 10
líderes de Europa) llevan puertas, techos, sistemas de iluminación o
asientos suyos. Con más de 15.000 trabajadores y 125 plantas en 25
países, la multinacional está a punto de entrar en el grupo de las 50
empresas de componentes del automóvil más grandes del mundo. Un salto
que ahora se producirá de golpe y a lo grande, después de que su recién
nombrado presidente y tercera generación al mando, Ernesto Antolín, haya
desembolsado 490 millones de euros para comprar Magna, firma canadiense
nueve veces mayor. Esto le permitirá multiplicarse por dos y subirse al
tercer lugar de los proveedores mundiales. Esta vez, el pez más chico
se ha comido al grande. Ernesto salió al mercado para comprar una
fábrica en México y se encontró con que le ponían a tiro las 36 de
Magna. Ha seguido el manual genético del apellido Antolín. «Discreción,
pasión y audacia», para pilotar el volante de su firma hacia la cima de
la automoción mundial.
Una impronta que se ha ido forjando durante 60 años y cuya correa de
transmisión es José Antolín Toledano (Quintana del Puente, Palencia,
1936), que ha cedido el testigo en febrero a Ernesto y ahora es
presidente de honor. Su historia arranca con 14 años en el pequeño
taller familiar de reparación de coches y tractores que fundó su padre
en Burgos. Hizo equipo con su hermano Avelino. Las jornadas acababan
bañados en grasa debajo de los camiones Barreiros o de los tractores.
De tanto hacer apaños en los bajos surgió el chispazo: a mediados de
los años 50 inventan la rótula de dirección flexible metiendo un trozo
de caucho en la pieza metálica. Además de resolver un grave problema de
seguridad en el tráfico, les abrió las fronteras, sobre todo las
mentales, en una España que no miraba más allá de los Pirineos. «Eran un
tándem perfecto. Avelino –mi tío– era un espíritu rebelde, inquieto,
que ponía en causa lo establecido, con una gran visión de futuro. Mi
padre era más prudente, más técnico, apasionado de la I+D+i, aportaba
ese punto de sensatez necesario», resumía María Helena Antolín,
vicepresidenta del grupo, el día en que su padre recogió el título de
doctor honoris causa por la Universidad de Burgos. Un birrete que le
llegó a quien siempre admitió que «mis únicos estudios eran las
prácticas del taller».
En los cinco continentes
Aquel tándem que contagiaba su entusiasmo a sus obreros, comenzó a
ganar cuota nacional hasta que en 1968 da el salto exterior en alianza
con una firma alemana. A partir de 1985 crean el holding Grupo Antolín.
Desplegado en un mapa mundi, el sello de la marca se asoma ya a los
cinco continentes. Una evolución que recuerda a la de Henry Ford, el
empresario americano que, a partir de un único modelo (el Ford T),
revolucionó la fabricación de coches con las cadenas de montaje. En los
últimos años, su apuesta por el magnesio, una aleación mucho más ligera y
ecológica que el aluminio o el hierro, ha incrementado sus dominios.
Empresas como Volkswagen, Ford, Renault, Fiat o Nissan son clientes
habituales.
La muerte de Avelino hace 20 años dejó a su hermano José el peso de
ese viaje. Siempre discreto y reacio a salir a la luz pública, apenas se
dejaba ver en los homenajes empresariales o las visitas de su amigo el
Rey. José Antolín tiene tanta confianza con él que es de los pocos que
siempre le ha tuteado. «Tiene hasta su teléfono personal, el bueno»,
reconocen en su entorno. Este patriarca ha dejado que sean sus vástagos
quienes hablen por él. José Antolín Granet, nacido de su segundo
matrimonio, explica el éxito de su padre gracias a una filosofía muy
apegada a su tierra: «Él suele decir que la dicha plena consiste en
tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que
esperar».
En esos 60 años, han llegado a la cima sin abrir nunca la cúpula
directiva a nadie que no llevara el apellido Antolín.
En 2013 firmaron
un acuerdo familiar para evitar esas luchas por el poder que han
demolido a otros grandes apellidos. Esto les permite figurar en la lista
Forbes entre las mayores fortunas familiares españolas (se les calcula
entre 300 y 350 millones de euros, los más ricos de Castilla y León),
junto a otros apellidos como Antonio Catalán (Hoteles AC),
García-Baquero (quesos) y Alfonso Soláns (Pikolín).
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