VIVIR EN VERDE / DÍA MUNDIAL DEL RECICLAJE
Los aparatos eléctricos que más contaminan
En España estamos bastante lejos de la media europea: solo reciclamos 4 kilos de estos residuos por habitante y año
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El Real Decreto 208/2005, de 25 de febrero,
especifica detalladamente lo que se esconde bajo esta denominación poco
familiar para la mayoría: aparatos eléctricos y electrónicos, sus materiales, componentes, consumibles
y subconjuntos que los componen, procedentes tanto de hogares
particulares como de usos profesionales, a partir del momento en que
pasan a ser residuos. Y por aparatos eléctricos y electrónicos se
entiende todos aquellos que necesitan para funcionar corriente eléctrica o campos electromagnéticos,
destinados a ser utilizados con una tensión nominal no superior a 1.000
voltios en corriente alterna y 1.500 en corriente continua, así como
los aparatos necesarios para generar, transmitir y medir tales
corrientes y campos. Y todos ellos pueden tener origen doméstico o profesional.
Por útiles que hayan sido, al final todos se convierten en
vieja chatarra de la que hay que deshacerse. Y el cubo de la basura no
es ni mucho menos su destino. Han de depositarse en un punto limpio u otra instalación municipal
según la disponibilidad de cada localidad. Y en el caso de que vaya a
renovar su equipo, puede entregar el viejo en el acto de la compra al
comercio o distribuidor donde se adquiera el nuevo. Hacerlo así es
fundamental, porque asegura su recogida selectiva y su correcta gestión ambiental. Por esta vía llegará a una planta de reciclado, como la de Recilec en Aznalcóllar, que se encarga de «dar una segunda oportunidad» a los componentes electrónicos.
Porque nuestro viejo ordenador,
ese que tiene aún un monitor de tubo de rayos catódicos, ya casi una
reliquia del pasado, puede volver a nuestro hogar en forma de percha,
por ejemplo. Y esto es posible porque la planta de reciclado
se asemeja a una moderna mina, acorde con una forma diferente de vivir
más exigente y respetuosa con el planeta, donde todo tiene valor,
incluso los desechos, que se convierten en fuente de materias primas secundarias como aluminio cobre, hierro, níquel, plásticos, vidrio, madera, papel y cartón.
Sustancias tóxicas
Además, nuestros viejos «trastos», después de su paso por
esta planta, se han desprendido de las sustancias tóxicas que contenían,
que no son pocas. Metales pesados como plomo, cadmio y mercurio, que abandonados en la naturaleza sin ningún control se convierten en potentes contaminantes que pasan a la cadena alimentaria de sus eslabones más bajos, y finalmente se acumulan en el organismo.
Afortunadamente, aunque han estado en nuestras casas, estos
metales utilizados en la fabricación de los viejos televisores de rayos
catódicos, las antiguas y voluminosas pantallas de ordenador o,
actualmente en algunas bombillas de bajo consumo, han permanecido
aislados del entorno y no hemos estado expuestos a ellos, salvo en caso de rotura.
Un peligro que no conviene menospreciar en las «modernas» bombillas de
bajo consumo, que contienen mercurio en polvo, altamente tóxico.
En total, en Europa se recogen por esta vía 17 kilos de estos residuos por habitante y por año.
En España, sin embargo, estamos bastante lejos de esa cantidad y solo
reunimos la cuarta parte, unos 4 kilos por habitante y por año, cifra
que nos asigna sólo un aprobado pelado respecto a otros países y que en
algunos lugares, como Andalucía,
aún están lejos de alcanzarla. El resto de los RAEE que ya no sirven
quedan perdidos en basureros o, una vez desprovistos de sus componentes
más valiosos para luego ser vendidos, quedan al descubierto los residuos
peligrosos sin ningún control y en cualquier lugar.
Cada español recicla 4 kilos de RAEE al año
Aunque progresamos adecuadamente, las nuevas normativas
europeas cada vez establecen objetivos más ambiciosos, por lo que la
meta parece alejarse. De momento, para 2016, se espera poder doblar los cuatro kilos actuales. Un objetivo que costará más alcanzar no solo por falta de conciencia ecológica, sino porque con la crisis económica tardamos más en desprendernos de los viejos aparatos. Sin embargo, en años anteriores, durante los planes «renove»
de electrodomésticos, por ejemplo, se han registrado picos de recogida
de viejos aparatos que a lo largo de cuatro meses igualaban a los de
todo un año.
La planta de Recilec en Aznalcóllar (Sevilla) está preparada para tratar las diez categorías de aparatos eléctricos, así como pilas y acumuladores:
grandes y pequeños electrodomésticos, equipos de informática y
telecomunicaciones, aparatos electrónicos de consumo (radios,
televisores, DVDs), aparatos de alumbrado (lámparas y luminarias)
herramientas eléctricas o electrónicas (excepto las industriales fijas
de gran envergadura), juguetes y equipos deportivos o de tiempo libre
(consolas, máquinas tragaperras), aparatos médicos (excepto los
productos implantados e infectados), instrumentos de vigilancia o
control (contadores eléctricos, termostatos, etc) y máquinas
expendedoras (de comida, bebida, dinero...).
Los que más contaminan
De entre todos, los aparatos eléctricos que generan más
contaminación, si no son recogidos selectivamente y tratados
adecuadamente en instalaciones autorizadas para su descontaminación, son
los equipos de frío (frigoríficos, congeladores, equipos de aire acondicionado), los televisores y monitores de ordenador y las lámparas (fluorescentes, compactas, de bajo consumo, etc).
Los gases de refrigeración procedentes de los equipos de
frío han de salir de la cadena de reciclado, y para ello pasan a una
línea de criogenización, donde se licúan con nitrógeno líquido, y posteriormente, una vez convertidos en líquido, se envasan y se envían a Francia
para eliminarlos en una planta de residuos tóxicos. Estos residuos
altamente contaminantes suponen un 2% del volumen total del material
almacenado.
El reciclaje permite obtener aluminio, cobre o hierro
Y para obtener estas materias primas secundarias, la planta
de Aznalcóllar tiene tres líneas de procesos:
Una primera, que se
encarga de los tubos de rayos catódicos
de las pantallas de televisión y monitores de ordenador antiguos, para
retirar el alto contenido en plomo.
Una segunda línea donde tiene lugar
el tratamiento de lámparas y sistemas de iluminación, que permite la
extracción del polvo de mercurio que contienen, muy tóxico, y que requiere un equipamiento de seguridad especial para los trabajadores.
Una tercera línea, la de mayor inversión, está destinada a
tratar los electrodomésticos, donde se extraen los CFC, una familia de
gases fluorados, derivados de hidrocarburos, que se emplean en múltiples
aplicaciones, principalmente en la industria de la refrigeración y de
propelentes de aerosoles. La mayor parte de ellos están presentes en las
espumas utilizadas como aislantes térmicos. Los CFC pueden permanecer entre 50 y 100 años en la atmósfera.
Cuando alcanzan la estratosfera se disocian por acción de la radiación
ultravioleta, liberando el cloro que contienen, el responsable de
iniciar el proceso de destrucción de la capa de ozono.
Puntos limpios
El 80 por ciento de los residuos tratados en esta planta o
en cualquier otra, se han generado en casa. Por lo que la existencia y
accesibilidad de los puntos limpios es crucial para el reciclaje. Unos
puntos limpios a los que, en ocasiones, los que tienen más interés en
acceder son los que se dedican a saquearlos, o «canibalizarlos», como se
denomina gráficamente en el argot de las plantas de reciclado. En 2011
el 28% de los puntos limpios fueron asaltados.
Se llevan lo que tiene valor, como el cobre o las tarjetas de las CPU
de los ordenadores, que contienen oro. Otro objetivo son los
frigoríficos. El efecto colateral es el vertido de aceite
(250 gramos por compresor) al suelo y la liberación de los gases
refrigerantes.
Al final, contaminan lo que un coche en todo un año. Otra
forma de esquivar el reciclado es la exportación ilegal de residuos a países con menos exigencias. Al final, el planeta nos pasará la factura por lo obtenido de esta forma inmoral.
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