viernes, 17 de mayo de 2013

VIVIR EN VERDE / DÍA MUNDIAL DEL RECICLAJE

Los aparatos eléctricos que más     contaminan

En España estamos bastante lejos de la media europea: solo reciclamos 4 kilos de estos residuos por habitante y año


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Los aparatos eléctricos que más contaminan

Los Puntos limpios que existen en cada localidad constituyen el lugar idóneo para depositar nuestros viejos electrodomésticos, todo tipo de máquinas expendedoras, bombillas u otros aparatos de alumbrado, móviles, modernos instrumentos para vigilancia y control doméstico e industrial -como detectores de humos, reguladores de calefacción, termostatos, aparatos de medición-, juguetes, que van desde las actuales consolas portátiles y videojuegos a los más antiguos trenes eléctricos o coches en pista eléctrica. Son los nuevos residuos que genera una sociedad cada vez más «tecnologizada», como la nuestra. Estos objetos aparentemente inservibles son conocidos como RAEE, o Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos
El Real Decreto 208/2005, de 25 de febrero, especifica detalladamente lo que se esconde bajo esta denominación poco familiar para la mayoría: aparatos eléctricos y electrónicos, sus materiales, componentes, consumibles y subconjuntos que los componen, procedentes tanto de hogares particulares como de usos profesionales, a partir del momento en que pasan a ser residuos. Y por aparatos eléctricos y electrónicos se entiende todos aquellos que necesitan para funcionar corriente eléctrica o campos electromagnéticos, destinados a ser utilizados con una tensión nominal no superior a 1.000 voltios en corriente alterna y 1.500 en corriente continua, así como los aparatos necesarios para generar, transmitir y medir tales corrientes y campos. Y todos ellos pueden tener origen doméstico o profesional.

Por útiles que hayan sido, al final todos se convierten en vieja chatarra de la que hay que deshacerse. Y el cubo de la basura no es ni mucho menos su destino. Han de depositarse en un punto limpio u otra instalación municipal según la disponibilidad de cada localidad. Y en el caso de que vaya a renovar su equipo, puede entregar el viejo en el acto de la compra al comercio o distribuidor donde se adquiera el nuevo. Hacerlo así es fundamental, porque asegura su recogida selectiva y su correcta gestión ambiental. Por esta vía llegará a una planta de reciclado, como la de Recilec en Aznalcóllar, que se encarga de «dar una segunda oportunidad» a los componentes electrónicos.

Porque nuestro viejo ordenador, ese que tiene aún un monitor de tubo de rayos catódicos, ya casi una reliquia del pasado, puede volver a nuestro hogar en forma de percha, por ejemplo. Y esto es posible porque la planta de reciclado se asemeja a una moderna mina, acorde con una forma diferente de vivir más exigente y respetuosa con el planeta, donde todo tiene valor, incluso los desechos, que se convierten en fuente de materias primas secundarias como aluminio cobre, hierro, níquel, plásticos, vidrio, madera, papel y cartón.

Sustancias tóxicas

Además, nuestros viejos «trastos», después de su paso por esta planta, se han desprendido de las sustancias tóxicas que contenían, que no son pocas. Metales pesados como plomo, cadmio y mercurio, que abandonados en la naturaleza sin ningún control se convierten en potentes contaminantes que pasan a la cadena alimentaria de sus eslabones más bajos, y finalmente se acumulan en el organismo. 

Afortunadamente, aunque han estado en nuestras casas, estos metales utilizados en la fabricación de los viejos televisores de rayos catódicos, las antiguas y voluminosas pantallas de ordenador o, actualmente en algunas bombillas de bajo consumo, han permanecido aislados del entorno y no hemos estado expuestos a ellos, salvo en caso de rotura. Un peligro que no conviene menospreciar en las «modernas» bombillas de bajo consumo, que contienen mercurio en polvo, altamente tóxico. 

En total, en Europa se recogen por esta vía 17 kilos de estos residuos por habitante y por año. En España, sin embargo, estamos bastante lejos de esa cantidad y solo reunimos la cuarta parte, unos 4 kilos por habitante y por año, cifra que nos asigna sólo un aprobado pelado respecto a otros países y que en algunos lugares, como Andalucía, aún están lejos de alcanzarla. El resto de los RAEE que ya no sirven quedan perdidos en basureros o, una vez desprovistos de sus componentes más valiosos para luego ser vendidos, quedan al descubierto los residuos peligrosos sin ningún control y en cualquier lugar.
No obstante, el objetivo es ponerlos al nivel de las cifras europeas. Y para eso es necesaria la colaboración y concienciación de todos los usuarios de estos aparatos y también de los distribuidores, que tienen la obligación por ley de recogerlos en sus establecimientos una vez que se han vuelto inservibles, aunque no siempre acceden. 
Aunque progresamos adecuadamente, las nuevas normativas europeas cada vez establecen objetivos más ambiciosos, por lo que la meta parece alejarse. De momento, para 2016, se espera poder doblar los cuatro kilos actuales. Un objetivo que costará más alcanzar no solo por falta de conciencia ecológica, sino porque con la crisis económica tardamos más en desprendernos de los viejos aparatos. Sin embargo, en años anteriores, durante los planes «renove» de electrodomésticos, por ejemplo, se han registrado picos de recogida de viejos aparatos que a lo largo de cuatro meses igualaban a los de todo un año. 

La planta de Recilec en Aznalcóllar (Sevilla) está preparada para tratar las diez categorías de aparatos eléctricos, así como pilas y acumuladores: grandes y pequeños electrodomésticos, equipos de informática y telecomunicaciones, aparatos electrónicos de consumo (radios, televisores, DVDs), aparatos de alumbrado (lámparas y luminarias) herramientas eléctricas o electrónicas (excepto las industriales fijas de gran envergadura), juguetes y equipos deportivos o de tiempo libre (consolas, máquinas tragaperras), aparatos médicos (excepto los productos implantados e infectados), instrumentos de vigilancia o control (contadores eléctricos, termostatos, etc) y máquinas expendedoras (de comida, bebida, dinero...).

Los que más contaminan

De entre todos, los aparatos eléctricos que generan más contaminación, si no son recogidos selectivamente y tratados adecuadamente en instalaciones autorizadas para su descontaminación, son los equipos de frío (frigoríficos, congeladores, equipos de aire acondicionado), los televisores y monitores de ordenador y las lámparas (fluorescentes, compactas, de bajo consumo, etc). 

Los gases de refrigeración procedentes de los equipos de frío han de salir de la cadena de reciclado, y para ello pasan a una línea de criogenización, donde se licúan con nitrógeno líquido, y posteriormente, una vez convertidos en líquido, se envasan y se envían a Francia para eliminarlos en una planta de residuos tóxicos. Estos residuos altamente contaminantes suponen un 2% del volumen total del material almacenado.
El 98% restante de los aparatos que hemos desechado tendrán una segunda vida. Y ello gracias a las materias primas «secundarias» obtenidas en el proceso de reciclaje selectivo, que permitirá que se vuelvan a utilizar, en lugar de demandar más de sus fuentes originales: aluminio, cobre, hierro, níquel, o incluso oro, plata y platino, que forman parte de las tarjetas de ordenador y telefonía. En total se extraen tres toneladas al año de estos materiales, que permiten que estas plantas sean rentables a cambio de ofrecer un servicio de utilidad pública como es el de retirar del medio ambiente productos de desecho y tóxicos. 
Y para obtener estas materias primas secundarias, la planta de Aznalcóllar tiene tres líneas de procesos:

Una primera, que se encarga de los tubos de rayos catódicos de las pantallas de televisión y monitores de ordenador antiguos, para retirar el alto contenido en plomo. 

Una segunda línea donde tiene lugar el tratamiento de lámparas y sistemas de iluminación, que permite la extracción del polvo de mercurio que contienen, muy tóxico, y que requiere un equipamiento de seguridad especial para los trabajadores. 

Una tercera línea, la de mayor inversión, está destinada a tratar los electrodomésticos, donde se extraen los CFC, una familia de gases fluorados, derivados de hidrocarburos, que se emplean en múltiples aplicaciones, principalmente en la industria de la refrigeración y de propelentes de aerosoles. La mayor parte de ellos están presentes en las espumas utilizadas como aislantes térmicos. Los CFC pueden permanecer entre 50 y 100 años en la atmósfera. Cuando alcanzan la estratosfera se disocian por acción de la radiación ultravioleta, liberando el cloro que contienen, el responsable de iniciar el proceso de destrucción de la capa de ozono.

Planta de reciclado de RAEE
Una nueva línea se ocupa de tratar los pequeños electrodomésticos, juguetes y material de oficina. Mediante un aparato especial semejante a un cascanueces, se rompe el plástico que los recubre sin dispersar los residuos tóxicos que puedan contener. El futuro del reciclado pasará por la recuperación de los materiales plásticos, ya que cada vez se imponen más a los metales, que se usan menos.

Puntos limpios

El 80 por ciento de los residuos tratados en esta planta o en cualquier otra, se han generado en casa. Por lo que la existencia y accesibilidad de los puntos limpios es crucial para el reciclaje. Unos puntos limpios a los que, en ocasiones, los que tienen más interés en acceder son los que se dedican a saquearlos, o «canibalizarlos», como se denomina gráficamente en el argot de las plantas de reciclado. En 2011 el 28% de los puntos limpios fueron asaltados. Se llevan lo que tiene valor, como el cobre o las tarjetas de las CPU de los ordenadores, que contienen oro. Otro objetivo son los frigoríficos. El efecto colateral es el vertido de aceite (250 gramos por compresor) al suelo y la liberación de los gases refrigerantes.

Al final, contaminan lo que un coche en todo un año. Otra forma de esquivar el reciclado es la exportación ilegal de residuos a países con menos exigencias. Al final, el planeta nos pasará la factura por lo obtenido de esta forma inmoral.

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