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Mucho Facebook, ¿poca concentración?
La obsesión por consultar las redes sociales y WhatsApp hace aflorar un nuevo fenómeno: la atención parcial continua. Los jóvenes siguen leyendo, en pantalla y papel, pero les cuesta más ver cine
En un anuncio televisivo actualmente en emisión, dos niños dibujan a
sus familias. Uno de ellos dibuja a papá, mamá y a sus hermanos, todos
con un móvil pegado a la oreja. Lo que el spot quiere transmitir es una
oferta con acceso ilimitado al móvil. ¡Usad el móvil todo lo que
queráis! ¡Correo electrónico, vídeos, Facebook, Instagram, WhatsApp!
Pasamos muchas horas pegados a una pantalla. Por trabajo, pero cada
vez más por placer, porque es útil para comunicarnos, nuestra prioridad.
Comprobar si hemos recibido un nuevo mensaje electrónico (cosa que
solemos hacer varias veces al día, obsesión recientemente bautizada como
infobesidad), mantener varias conversaciones en grupo por WhatsApp,
consultar confesiones y noticias a través de Facebook, Twitter y otras
redes sociales… Y lo hacemos en todo momento: mientras vemos la
televisión, comemos o incluso en plena obra de teatro (algunos teatros
optan, en ocasiones, por permitir el uso del móvil durante la función
para que compartan lo que ven en redes sociales).
Todos (o la mayoría) hemos caído víctimas del influjo digital. Los menores también. En Estados Unidos y Alemania, los adolescentes pasan siete horas y media diarias usando medios digitales.
Algunos autores han alertado sobre los efectos que estos procesos
tienen en la mente. Lo hizo Nicholas Carr, quien decidió abandonar la
vida ultrainformada y se mudó a las montañas de Colorado, donde no había
telefonía móvil e Internet llegaba mal, con su obra Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?
(Taurus, 2011). Y también Manfred Spitzer, director de la Clínica
Psiquiátrica Universitaria de Ulm y del Centro de Transferencia de
Conocimientos para las Neuronas y el Aprendizaje, con Demencia Digit@l.
El primero resumía así los efectos de Internet en sí mismo: “Pierdo el
sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como
si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta al
texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido
en un esfuerzo”. ¿Le está pasando eso a más gente? ¿Le cuesta
zambullirse en un libro o ha dejado de hacerlo por comprobar sus
mensajes en Facebook?
Spitzer, por su parte, escribe lo siguiente en su libro (editado en
español por Ediciones B): “La afirmación de que la competencia en las
nuevas tecnologías tenga una correspondiente repercusión positiva no ha
sido demostrada en absoluto por el momento. Es estúpido también que
justamente la neurociencia sospeche antes bien lo contrario. Y es que
algunos estudios demuestran que el cerebro crece justo allí donde se
utiliza. Y el enunciado al revés es también válido. Si no se utiliza el
cerebro, entonces se atrofia”. A Spitzer le preocupa cómo afecta el
aumento de la tecnología en el cerebro de los niños. Su opinión es que
tener más acceso a estas pantallas no les viene bien: “La utilización de
ordenadores en edades muy tempranas en la guardería puede motivar
trastornos de la atención, y a una edad posterior, todavía en edad
preescolar, puede conducir a trastornos de la lectura”.
Desde la Federación de Editores de España, sin embargo, no creen que
los menores lean menos. “Frente al tópico generalizado, es el sector más
lector”, dice Antonio María Ávila, secretario de la federación, cuyo
Anuario 2012 concluye que el 84,6% de los menores lee en su tiempo
libre. “Y es lógico, están escolarizados al 100%. Pero hay dos tipos de
lectura, una práctica y otra más reposada. Lo que sucede al leer
digitalmente, a través de una tableta o del ordenador, es que uno siente
más la necesidad de comentar lo que lee con todo el que pueda”.
Eva Martín, madrileña de 13 años, está de acuerdo con Ávila. Ella
juega a Minecraft en el ordenador, usa “mucho” Facebook y Twitter, pero
también lee casi todas las noches un libro en la cama. “Tengo tiempo
para leer y para comunicarme por WhatsApp. Son cosas distintas. Me gusta
hundirme en la lectura. Ahora estoy leyendo Las lágrimas de Shiva, que
es misteriosa e interesante. Me lo han pedido en el colegio. Y he
escrito un cuento de 28 páginas de un niño que encuentra un anillo
mágico, que es la puerta a una casa muy extraña”.
¿Se nota el cambio en los institutos? Según Amparo Torralbo,
profesora de Lengua y Literatura en el IES Joaquín Araujo, de
Fuenlabrada, se nota el cambio en su manera de escribir. “Me acuerdo de
la primera vez que vi ‘catalán’ escrito con k. ¡Hay que ser burro!,
pensé. Vemos errores gordísimos que pueden deberse a las nuevas
tecnologías y veo que afecta a los chicos, a su expresión, porque te
plantan una abreviatura enseguida”. En cambio, mantienen el nivel de
lectura, afirma esta profesora. “Leen lo mismo que antes, pero de otra
manera, se lo descargan en vez de comprar el libro físicamente. Cambian
el soporte. Pero que lean o no depende más de sus gustos e intereses.
Aunque muchos tienen una dependencia total del móvil”. Torralbo tiene un
hijo adolescente al que le encanta jugar con la videoconsola y, como
muchos padres, le ha puesto límites: solo puede usarla el fin de semana.
Adriana Díaz, cacereña de 24 años, lee directamente desde su móvil.
“Se ve peor que en papel, pero… Es una novela ligera tipo Cincuenta
sombras de Grey que me recomendaron”. Díaz aporta otra pista:
confiesa que le cuesta ver una película entera. “Es que son dos horas,
se me hace difícil mantener la atención… Una serie se me pasa más
rápido. Creo que hemos perdido la capacidad de concentrarnos. Todo se ha
vuelto más rápido, más en pequeñas píldoras”.
José Antonio Luengo, psicólogo educativo, imparte clases de Técnicas
de Comunicación en Educación en la Camilo José Cela y dice que, aunque
la creencia generalizada es que vamos a peor, él no lo cree. “Es cierto
que nuestros chicos pasan mucho tiempo enganchados a las pantallas y a
las tabletas. Básicamente están desarrollando procedimientos de
comunicación diferentes a los ordinarios, pero que también son
importantes. Lo importante, lo que debemos estudiar, es si en la escuela
se introduce y se trabaja de forma eficaz la interpretación de textos y
la escritura en formato digital. Es importante que sigan manejando el
libro en papel y de esto depende que en educación primaria lean textos y
hagan resúmenes. Eso se hace y se va a seguir haciendo en la escuela”.
No hay que mirar hacia otro lado porque los adolescentes viven en la
era digital y se comunican con todo el mundo, opina Luengo. El experto
cree que las escuelas tienen un reto, que es enseñarles habilidades para la lectura digital.
“El profesor tiene que saber que hay una serie de habilidades que él
puede aprender. Esa es una asignatura que tiene el docente también para
la que no estamos suficientemente formados”. A pesar de todo, Luengo
cree que el cambio no está afectando a la capacidad de lectura de los
más jóvenes. “Sí están leyendo, aunque sea en el Facebook, están
adquiriendo las claves de la lectura. Yo creo que nuestros chicos cuando
elaboran un texto o hacen un comentario están poniendo negro sobre
blanco sus ideas. Lo que sucede es que en la lectura en pantalla, la
lectura profunda es incompleta. El problema es que pasamos demasiado
tiempo en ese tipo de lectura y dedicamos menos a la más sosegada. La
captura no es la misma cuando lees una página en papel sin
interrupciones. En la lectura digital hay una cierta dispersión. Vas de
una pantalla a otra, el texto te lleva a un vídeo y luego a un mapa, y
la concentración es menor, aunque la cantidad de lectura es mayor”.
Cómo mejorar la lectura digital
Consejos elaborados por el psicólogo educativo José Antonio Luengo para mejorar la lectura digital de los jóvenes:- Cuando entre a través de la pantalla en un texto del que tenga que sacar conclusiones, no dude en seguir determinadas orientaciones del propio texto que te lleven a otras referencias, no dude en moverse siguiendo sus consejos. Pero hágalo con un cuaderno y un lápiz a mano para ir registrando ideas y observaciones.
- Al terminar la lectura del texto, elabore un resumen de lo que ha leído en seis o siete líneas. No se vaya a la cama o a jugar con la videoconsola sin haberlo hecho antes. Si no ordena las ideas, las perderá y olvidará.
- Después de haber sacado una idea, de haberte ido a otra página, de haber hecho un esquema, procura volver a leer el texto original en una situación en la que no interrumpa nada, sin pinchar los hipervínculos, como si estuviera leyendo en un libro.
Según los expertos, hay un nuevo fenómeno que afecta cada vez a más
personas: la atención parcial continua. Es lo que sucede cuando pasamos
mucho tiempo ante una pantalla, “que estamos pendientes de muchas cosas,
pero sin llegar a solidificar nada”, describe Luengo. “Algo así como
‘el que mucho abarca poco aprieta”. Para luchar contra el fenómeno, cree
que debemos buscar un equilibrio. “El libro en papel nos permite una
vida interior que es indispensable vivir y que no es tan fácil de
experimentar cuando se está ante una pantalla que permite ir de un sitio
a otro. Hay que equilibrar el abordaje de los textos. Porque la
incapacidad que estamos observando en los alumnos les impide tener ese
mundo interior. Es importante que interpreten bien lo que leen. Les
digo, pinchad y leed, pero volved a la página original y haced
anotaciones de lo que habéis leído”.
Isidro Moreno, profesor de Tecnologías de la Información y la
Comunicación en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense
de Madrid, incluye una nueva referencia: el conocimiento puzle.
“Internet y todos los dispositivos móviles hacen que los jóvenes
interpreten el mundo mediados por las tecnologías, se crea un
conocimiento puzle o una sociedad mosaico. Mis alumnos manejan los
medios con bastante soltura, pero se quedan solo en la parte externa de
los medios, no profundizan. No les da tiempo, nadie les ha preparado y
los profesores no estamos preparados en ver qué hay detrás”. “Todo esto
va en detrimento de la lectura clásica, tradicional”, continúa Moreno.
“Pero nos falta tiempo y sosiego para sentarnos y leer. Y cuando a los
más jóvenes se lo facilitas, lo hacen, pero hay que facilitar que se dé
esa situación y crearles la necesidad. Por suerte la gente joven es muy
lista”.
En la Fundación Sánchez Ruipérez han hecho varios estudios (en los
que han participado 300 personas) sobre el impacto de la lectura digital
en menores y adultos. “Desde 2008 defiendo que lo digital va a cambiar
la forma de leer”, dice Luis González, director de la fundación, que
explica sus conclusiones: “Esta fundación cree que lo importante no es
obsesionarse con cuánto leen las personas. Todos los estudios que
manejamos nos dicen que los niños leen más ahora que los de hace 10, 20 y
30 años, tanto en número de libros como en frecuencia. La gente que
maneja libros electrónicos dedica más tiempo a leer que antes. Luego, en
el caso de las tabletas hay otro componente positivo y es que conecta
unos con otros, al contrario de los libros confinados. La desventaja es
que, al tener Internet en la tableta, me salen comunicaciones
continuamente y me despisto. A partir de ahora vamos a tener varios
tipos de lecturas: una lectura de navegación muy superficial y esa forma
de ojear se va a trasladar a la lectura de libros digitales. Y luego va
a haber una lectura más pausada”.
González recuerda la primera vez que leyó en un Kindle: “Subrayé una
frase y el aparato me informó de que 17 personas en el mundo habían
subrayado la misma frase. Me pareció muy potente e inquietante”. Él
también alude a la necesidad de buscar un equilibrio. “La lectura
profunda es fundamental porque te genera una capacidad de abstracción
mucho mayor, te obliga a mantener un concepto a lo largo de muchas
páginas. Si nos dedicamos solo al pimpam pimpam, nos
devaluamos como lectores. Yo ahora me defino como un lector posdigital.
Personas que hemos asumido esto y nos reencontramos con la lectura en
verano y nos entregamos a una lectura más lujosa y placentera que cuando
solo teníamos el papel”.
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