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Cinco tecnologías modernas anticipadas por inventores españoles
Desde LA TELEMEDICINA a los 'e-books'
Quizás
sólo es casualidad, pero las disciplinas donde destacaron los pioneros
de esta lista coinciden con los campos de la tecnología donde las
empresas españolas siguen siendo buenas.
La ingeniería aeronáutica
y la energía solar fotovoltaica, donde Emilio Herrera y Federico Molero
brillaron en la primera mitad del siglo XX, son las estrellas del I+D
nacional en la actualidad, atesorando la inmensa mayoría de los
registros de patentes tecnológicas. Y hace varios días se publicaba que
la telemedicina, tendencia que inauguró Rodrigo Sánchez-Arjona -pionero
de las telecomunicaciones- a finales del siglo XIX, moverá
aproximadamente 4.000 millones en España en 2015.
También el reciente milagro empresarial de BQ puede entenderse como una venganza histórica
por la que pudo haber sido la primera marca de libros electrónicos
española gracias a Ángela Ruiz Robles. O el caso de Xavier Uribe
Etxebarría, que con Sherpa le está ganando a Apple la batalla de los
asistentes de voz, como uno de los eslabones más recientes de una
brillante cadena de pioneros de la cibernética y la inteligencia
artificial.
Ángela Ruiz Robles: el libro electrónico
Para la historia oficial, el padre intelectual del libro electrónico es Michael Hart. El filántropo estadounidense, fallecido en 2011, patentó la idea en 1971, iniciando desde entonces, con su Proyecto Gutenberg, una distribución de libros digitales que significó uno de los primeros movimientos de la cultura libre.
Hart fue pionero de la digitalización, pero existe un antecedente tecnológicamente más ambicioso. El sistema que Ángela Ruiz Robles,
una maestra de escuela leonesa interesada por mejorar los métodos de
enseñanza, patentó el 7 de diciembre de 1949 con el número de registro
190.698 y la denominación Enciclopedia Mecánica.
Los inventos de Ángela Ruiz Robles
En
1970, rechazó una petición de Estados Unidos para la revisión de sus
patentes. La profesora deseaba que se desarrollaran en EspañaEl
prototipo se había fabricado en unos talleres de Ferrol. Funcionaba con
carretes y bobinas, cada una de las cuales -un total de cinco, e
intercambiables- se correspondía con una materia. Incluía luces, sonido y
cristales de aumento. Y en cuanto a sus posibilidades de interacción,
los usuarios podían insertar datos (números y palabras) mediante un
sistema de huecos. Curiosamente, en las especificaciones del invento se
habla de la posibilidad de utilizarlo de forma vertical u horizontal.
También se recomienda a los editores su aplicación por una cuestión de
ahorro.
Aunque la primera versión era de cobre, la profesora ya
estaba trabajando en una evolución más ligera fabricada a partir de
plástico y nailon. El Gobierno dio luz verde al invento de Ruiz Robles
como soporte de enseñanza, pero la leonesa carecía de los medios
necesarios para su fabricación.
En España, recibió la Cruz de
Alfonso X el Sabio en 1947; y hasta su muerte en 1975 no dejó de recibir
premios en salones de inventos internacionales. En 1970, rechazó una
petición de Estados Unidos para la revisión de sus patentes. La
profesora deseaba que se desarrollaran en España.
Leonardo Torres Quevedo: la inteligencia artificial
Aunque
en su época gozó de popularidad, con menciones a sus inventos en medios
extranjeros, ha tenido que pasar casi un siglo para que la comunidad
científica internacional reconozca el valor de sus aportaciones. Hasta
Google le ha dedicado un doodle; pero no fue hasta 2006 cuando el IEEE (Institute of Electrical and Electronics Engineers) incluyó a Torres Quevedo entre los grandes de la ingeniería, nombrando el telekino.
Era un
barco no tripulado que hoy se considera el primer vehículo dirigido por
un sistema de control remoto mediante ondas hertzianas, una línea de
investigación en la que el español fue pionero junto a Nikola Tesla. El
telekino, que también puede entenderse como un precursor de los drones, surgió
de la aplicación de los conocimientos del ingeniero de caminos en el
campo de la aerostática, donde ya había destacado fabricando dirigibles y
transbordadores como el Spanish Aerocar, aún operativo.
El transbordador Spanish Aerocar, en las cataratas del Niágara
El
telekino fue uno de los primeros sistemas en incorporar métodos de
codificación digital para interpretar órdenes. Como le resultaba difícil
encontrar pilotos de prueba para sus prototipos, por el riesgo que
entrañaba, el cántabro había decidido coquetear con la inteligencia
artificial.
Aunque patentó el telekino en varios países -España,
Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos- y había encontrado una potencial
aplicación bélica (guiar hasta su objetivo proyectiles) el proyecto se
quedó estancado.
Otro de sus inventos vinculados a la cibernética
se recuerda hoy como uno de los primeros videojuegos de la historia. Nos
hemos acostumbrado a jugar al ajedrez por ordenador, incluso hemos
visto a grandes maestros enfrentarse a robots, pero en 1914 parecía cosa de magia.
El hijo de Torres Quevedo, en una exhibición de El Ajedrecista
El
Ajedrecista de Torres Quevedo era un autómata capaz de jugar una
partida contra un humano mediante un algoritmo que buscaba siempre el
jaque al rey. Aunque los movimientos del jugador electromecánico (unos
sensores registraban los movimientos del oponente, mientras un brazo
artificial movía las piezas) estaban limitados por una serie de
condiciones (la partida estaba iniciada, el autómata sólo controlaba dos
figuras), su invento inauguró la cibernética.
Emilio Herrera: el traje espacial
Cuando Neil Armstrong regresó a la Tierra, quiso entregarle a un colaborador de Emilio Herrera
una piedra lunar -hoy desaparecida- en muestra de agradecimiento a sus
contribuciones a la carrera espacial. El español no pudo ver el
histórico alunizaje. Había muerto en Ginebra en 1967, a los 88 años,
después de una vida consagrada a la ciencia, aunque condicionada por su
carrera militar.
El granadino demostró pronto su talento como
ingeniero aeronáutico -iba para arquitecto, pero dejó la carrera- en el
ejército. Además de sus gestas como piloto, participó de forma activa en
todos los acontecimientos aeronáuticos de su tiempo. Vio en directo los
aviones de los hermanos Wright, atravesó el Atlántico en dirigible,
ayudó a Juan de la Cierva a crear el autogiro y fundó el Laboratorio
Aerodinámico de Cuatro Vientos, antecedente del actual Instituto
Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).
Emilio Herrera muestra el prototipo de traje espacial
Pero
los aviones se le quedaron pequeños. Comenzó a desarrollar
la escafandra estratonáutica, antecedente del traje espacial, en 1928.
Su intención era diseñar un atuendo ad hoc para su proyecto
estrella, una misión en la que un globo debía superar la barrera de los
22.000 metros, el récord del momento, adentrándose en la estratosfera.
Incluía
un micrófono, un sistema de respiración, un protector para rayos
ultravioleta y una serie de heramientas para manipular muestrasLa
guerra civil frustró el proyecto, pero aquel traje que luego adaptaría
la NASA para incorporar en la carrera espacial estaba preparado para la
prueba. Incluía un micrófono, un sistema de respiración, un protector
para rayos ultravioleta y una serie de herramientas para manipular
muestras.
En el exilio -vivió de sus patentes-, Estados Unidos le
ofreció un puesto relevante en la carrera espacial, pero Herrera se
negó. Quería ver la bandera española al lado de la estadounidense, y eso
era mucho más que pedir la propia luna. En sus últimos años, se
especializó en física nuclear. De hecho, era amigo de Einstein. Coronó
su brillante trayectoria como ingeniero aeronáutico con valiosos
estudios y proyectos sobre satélites artificiales.
Rodrigo Sánchez-Arjona: la telemedicina
Era
empresario y doctor en derecho, pero tenía la costumbre de viajar a las
principales capitales europeas en busca de nuevas tecnologías para
importar a España. En uno de sus viajes, regresó a casa embelesado por
un aparato que iba a marcar la historia del siglo XX: el teléfono. Había
visto en París los prototipos del modelo Gower-Bell.
Rodrigo Sanchez Arjona
Aunque
en el territorio español ya existían experiencias de líneas telefónicas
-la primera en Cuba, después en Barcelona y Madrid-, se reconoce a Sánchez Arjona como el padre de la primera línea de teléfono autorizada del
país. Fue la que unió en 1880 su pueblo natal, Fregenal de la Sierra,
en Badajoz, con una finca de su propiedad situada a ocho kilmetros. Se
ha contado que el extremeño protagonizó desde allí, en 1880, la primera
llamada telefónica nacional, pero no es cierto. Antes que él, Alfonso
XII ya había charlado con su prometida, sita en Aranjuez, desde el
Palacio Real.
Contrario
a los monopolios y enemigo de la burocracia, fue uno de los primeros en
preocuparse por el marco legal del sector de las telecomunicacionesUn
año después, Sánchez Arjona financió otra línea, en esta ocasión mucho
más extensa, entre Fregenal de la Sierra y Sevilla, un tendido de 150
kilómetros que amplió el año siguiente hasta los 184, hasta llegar
a Cádiz, batiendo el récord de distancia de una llamada telefónica.
Su
obsesión por el teléfono le convirtió en un pionero de las
telecomunicaciones. Contrario a los monopolios y enemigo de la
burocracia -que frustró algunos de sus proyectos-, fue uno de los
primeros en preocuparse por el marco legal del sector. También
fue precursor de la telemedicina, tendencia tecnológica en alza que el
extremeño inauguró, de forma anecdótica, cuando puso en contacto por
teléfono al médico sevillano Antonio Rivera con el doctor de su pueblo
para diagnosticar la enfermedad de su esposa.
Federico Molero: la energía solar
Era
ingeniero de caminos, pero se doctoró en la URSS en física. Fue allí
donde el almeriense se convirtió en uno de los pioneros de la energía
solar, no sólo desde el punto de vista de su estudio; también poniendo
en funcionamiento auténticas centrales eléctricas.
En
el Cáucaso, donde las condiciones climáticas eran idóneas, el español
aprendió a dominar una tecnología que medio siglo después generaría
millonesEn España, Molero
había trabajado para la república como funcionario de obras públicas,
especilizándose en las hidráulicas, labor que desempeñó hasta que empezó
la guerra. Afiliado al Partido Comunista desde 1930, durante el
conflicto participó activamente en la defensa de Madrid aportando sus
conocimientos como ingeniero, completando trabajos -claves para la
resistencia de la población- como la ampliación del Canal de Isabel II.
Cuando acabó la guerra, se exilió.
La potencia comunista le nombró
pronto director del Instituto de Energía Solar de la Academia de
Ciencias, cargo bajo el que desarrolló todas sus investigaciones sobre
energía solar. En el Cáucaso, donde las condiciones climáticas eran
idóneas, el español aprendió a dominar una tecnología que medio siglo
después generaría millones.
Los discos parabólicos desarrollados por Federico Molero
Su
primera aportación a la disciplina fue la fabricación de unos discos
parabólicos (espejos) para concentrar la radiación solar, una técnica
que hoy se aplica masivamente en la fabricación de células fotovoltaicas
y que es objeto de continuos proyectos de I+D, como en el reciente
prototipo presentado por científicos andaluces.
Además, concibió una caldera solar que convertía la energía concentrada
en vapor. Las centrales diseñadas por Molero funcionaron a partir de
1945, y se sabe que fueron productivas a nivel industrial.
Mientras
el fervor inicial por la energía solar se diluía, Molero regresó a
España en 1966 con un plan. Quería desarrollar todas sus patentes en
casa. No le dio tiempo: una peritonitis terminó con su vida en 1969,
pero la historia de la tecnología terminaría por darle la razón.
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